La Spellplague
Fue hace mucho tiempo (no el suficiente) que viva en la
prospera ciudad de Ormpetarr en el reino de Sespech, la joya del Camino Dorado.
Recuerdo haber sido realmente feliz en esos días, mi padre era un próspero
comerciante y constantemente visitábamos los plantíos de los granjeros,
zarpamos en barcos de pescadores en el Nagawater, recorrimos todos los rincones
de las Planicies Doradas. Mi padre se dedicaba a ayudar a los campesinos con
las plagas y con las sequias, utilizaba su conocimiento y su magia para tal
propósito y a cambio era participe de una pequeña parte de la producción. El
reino era pacífico y así se mantenía, eran pocos los bandidos que se atrevían a
actuar en la tierras, Sespech contaba con muchos aliados pues era una
importante abastecedora de alimentos de Faerum interior. Recuerdo las sonrisas
de mis hermanos cuando bailábamos en el campo, es fue tal vez el ultimo
recuerdo de aquellos días.
No le prestamos atención, afortunadamente porque no habríamos
podido cambiar lo que sucedió y eso me dejo un grato último recuerdo. En la
lejanía una extraña niebla azul estaba avanzando, parecía estar aún muy lejos
cuando súbitamente aquel fuego azul cayó sobre la tierra. Era un extraño fuego
mágico que devasto al reino entero y más allá, el fuego destruía todo lo que
tocaba y así en unos instantes toda el área de la Planicies Doradas dejo de
existir. Se convirtió en un desierto de cenizas y yo lo perdí todo, fue
conocido como el año del fuego azul, aunque aquello perduro por una década, 9
de cada 10 personas que habitaban Sespech murieron a causa de la Spellplague o
de las Spellscars, una rara enfermedad causada por el fuego azul; se dice que
todos los magos perdieron su poder y que hubo otros eventos cataclismos en
lugares apartados de Faerum, o cosas que
se dicen por ahí…
Road to Swordcoast
El reino estaba en cenizas, los que sobrevivimos fuimos
testigos de cómo lo que quedo de la civilización se desmorono. Con el paso del
tiempo tuve que ir a donde hubieran sobrevivientes recorrí pueblos y ciudades
de los que nunca supe su nombre, pues lo único que me interesaba era el cómo
sobrevivir. Robaba para subsistir y con la practica mi hice buena en ello, pero
no lo suficiente, un día robe algo de comida cuando un inspector estaba por los
alrededores y me capturo; opuse mucha resistencia cuando me llevaron al patio
de la prisión y tal vez ese fue el error, un orco esclavista llamado Glaurg me
puso el ojo encima y soborno a los guardias para “comprarme” ese día comenzó mi
camino como gladiadora. No era buena peleando, pero era lo suficiente para
entretener al público y con ello logre sobrevivir por años, en esas justas se
utilizaban espadas cortas para que los gladiadores no se vieran demasiado
tentados a organizar alguna revuelta y para que los encuentros fueran lo más
largos y entretenidos posible.
Hice algunos buenos amigos, pero aquello no duraba por
mucho, los gladiadores no siempre se quedaban bajo un solo blasón. Fue en la
arena que conocí a mi primer amante Ygnaros, un fuerte luchador semi-orco, sin
embargo aquello a pesar de durar algunos años termino cuando Glaurg se enteró y
en un ataque de celos ordeno que Ygnaros debía lugar contra 5 en el próximo
combate y le recluyo en el calabozo; el gladiador era valiente y acabo con 3 de
ellos, pero simplemente el reto era demasiado. Fue entonces que me decidí a
escapar.
Avanzamos en caravana hacia el oeste, tierras desconocidas
para mí. Luego de haber escuchado sobre una planta que crecía en el camino y
sobre sus propiedades venenosas fue que vi cómo habría de asesinar a Glaurg. Me
escabullí en su alcoba y en silencio saque a sus golfas de ahí, lo mire
fijamente mientras sostenía un pequeño pincho que había robado de la cocina,
pero el pincho rebozaba en veneno, salte sobre su cuerpo enterrando el arma en
su cuello, forcejeamos unos instantes, lo suficiente para verlo a los ojos y
presenciar su sorpresa y temor, seguí luchando con el incluso cuando su cuerpo
ya no se movía. Escapar luego resulto fácil, se hizo todo un alboroto y muchos
esclavos huyeron, yo entre ellos. No conocía esa parte del mundo, pero sabía
que hacia el Este ya no había nada para mí…



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