10.15.2017

Velaara: Origen

La Spellplague

Fue hace mucho tiempo (no el suficiente) que viva en la prospera ciudad de Ormpetarr en el reino de Sespech, la joya del Camino Dorado. Recuerdo haber sido realmente feliz en esos días, mi padre era un próspero comerciante y constantemente visitábamos los plantíos de los granjeros, zarpamos en barcos de pescadores en el Nagawater, recorrimos todos los rincones de las Planicies Doradas. Mi padre se dedicaba a ayudar a los campesinos con las plagas y con las sequias, utilizaba su conocimiento y su magia para tal propósito y a cambio era participe de una pequeña parte de la producción. El reino era pacífico y así se mantenía, eran pocos los bandidos que se atrevían a actuar en la tierras, Sespech contaba con muchos aliados pues era una importante abastecedora de alimentos de Faerum interior. Recuerdo las sonrisas de mis hermanos cuando bailábamos en el campo, es fue tal vez el ultimo recuerdo de aquellos días.


No le prestamos atención, afortunadamente porque no habríamos podido cambiar lo que sucedió y eso me dejo un grato último recuerdo. En la lejanía una extraña niebla azul estaba avanzando, parecía estar aún muy lejos cuando súbitamente aquel fuego azul cayó sobre la tierra. Era un extraño fuego mágico que devasto al reino entero y más allá, el fuego destruía todo lo que tocaba y así en unos instantes toda el área de la Planicies Doradas dejo de existir. Se convirtió en un desierto de cenizas y yo lo perdí todo, fue conocido como el año del fuego azul, aunque aquello perduro por una década, 9 de cada 10 personas que habitaban Sespech murieron a causa de la Spellplague o de las Spellscars, una rara enfermedad causada por el fuego azul; se dice que todos los magos perdieron su poder y que hubo otros eventos cataclismos en lugares apartados de Faerum, o  cosas que se dicen por ahí…


Road to Swordcoast

El reino estaba en cenizas, los que sobrevivimos fuimos testigos de cómo lo que quedo de la civilización se desmorono. Con el paso del tiempo tuve que ir a donde hubieran sobrevivientes recorrí pueblos y ciudades de los que nunca supe su nombre, pues lo único que me interesaba era el cómo sobrevivir. Robaba para subsistir y con la practica mi hice buena en ello, pero no lo suficiente, un día robe algo de comida cuando un inspector estaba por los alrededores y me capturo; opuse mucha resistencia cuando me llevaron al patio de la prisión y tal vez ese fue el error, un orco esclavista llamado Glaurg me puso el ojo encima y soborno a los guardias para “comprarme” ese día comenzó mi camino como gladiadora. No era buena peleando, pero era lo suficiente para entretener al público y con ello logre sobrevivir por años, en esas justas se utilizaban espadas cortas para que los gladiadores no se vieran demasiado tentados a organizar alguna revuelta y para que los encuentros fueran lo más largos y entretenidos posible.


Hice algunos buenos amigos, pero aquello no duraba por mucho, los gladiadores no siempre se quedaban bajo un solo blasón. Fue en la arena que conocí a mi primer amante Ygnaros, un fuerte luchador semi-orco, sin embargo aquello a pesar de durar algunos años termino cuando Glaurg se enteró y en un ataque de celos ordeno que Ygnaros debía lugar contra 5 en el próximo combate y le recluyo en el calabozo; el gladiador era valiente y acabo con 3 de ellos, pero simplemente el reto era demasiado. Fue entonces que me decidí a escapar.

Avanzamos en caravana hacia el oeste, tierras desconocidas para mí. Luego de haber escuchado sobre una planta que crecía en el camino y sobre sus propiedades venenosas fue que vi cómo habría de asesinar a Glaurg. Me escabullí en su alcoba y en silencio saque a sus golfas de ahí, lo mire fijamente mientras sostenía un pequeño pincho que había robado de la cocina, pero el pincho rebozaba en veneno, salte sobre su cuerpo enterrando el arma en su cuello, forcejeamos unos instantes, lo suficiente para verlo a los ojos y presenciar su sorpresa y temor, seguí luchando con el incluso cuando su cuerpo ya no se movía. Escapar luego resulto fácil, se hizo todo un alboroto y muchos esclavos huyeron, yo entre ellos. No conocía esa parte del mundo, pero sabía que hacia el Este ya no había nada para mí…




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